En las mañanas y mientras voy en mi carro de un lado al otro de la ciudad, quizás dirigiéndome al trabajo o saliendo de alguna entrevista, suelo escuchar en la radio varios programas de los que se conocen como revistas, por tener una gran variedad de secciones. En uno de ellos un par de buenas periodistas se dedican a preguntarle a cuanto entrevistado se les atraviesa si ya tiene twitter y facebook. La mayoría suele tener presencia en alguna de las redes sociales y dan con gusto esos datos o sus correos electrónicos para que los posibles clientes los contacten. Pero hay un grupo especial –nada insignificante en número—qué suele contestar: No tengo twitter, pero ya estoy en eso. Y cómo una cuenta de twitter se crea en sólo 5 minutos, sin necesitar ayuda de expertos, comprenderán que lo único que una frase así demuestra es un desconocimiento total.
Esa frase en sí misma encierra tanto que es digna de estudio. Que no tenga cuenta de twitter, ni comprenda de que se trata esa red social es más que comprensible. Pero la frase –pronunciada así, tan temerariamente—encierra no sólo desconocimiento de la plataforma, sino también una ignorancia tal –que mezclada con la arrogancia implícita—puede causar mucho daño a la imagen de quién lo pronuncia. Y es que si es pronunciada por un cocinero que se dedica en su casa a preparar banquetes, quizás sólo arranque unas tímidas sonrisas en aquellos oyentes que si saben de que se trata twitter. Pero si es pronunciada por un vocero de una empresa de tecnología, un profesional de la comunicación, o peor aún por un periodista, la frase inmediatamente sitúa a la persona en la prehistoria comunicacional –eso es como dos o tres años para atrás.
En una especie de anorexia o bulimia intelectual, muchos profesionales de la comunicación se rehúsan a conocer la web 2.0 –quizás por que esta web se está metiendo directamente con sus bolsillos y derribándoles el modelo de negocios que siempre había funcionado—y no se molestan en conocer las virtudes de este nuevo medio o se rehúsan a aplicarlas, regurgitando todo lo que aprenden sobre ellas.
Pero tal como se dice que “el desconocimiento de la ley no justifica su incumplimiento” aquí pasa lo mismo, ya que el desconocimiento –real o fingido—de la realidad de la web 2.0 no frenará el impacto que tiene sobre los medios y las profesiones relacionadas a la comunicación.
Aunque no lo crean yo suelo hablar con algunos periodistas muy reconocidos en la fuente de la tecnología que aún no tienen su cuenta en twitter y hablan de eso como un fenómeno lejano. También conozco muchas empresas de comunicación que se mueren por entender como aplicar las redes sociales a favor de sus clientes. Conozco medios de comunicación que no hallan donde poner las redes sociales en sus estrategias. Y por su puesto conozco empresas que miran con avidez, las posibilidades que estas redes les ofrecen. Es sin duda una rara mezcla, a la que unos pocos encontrarán como sacarle provecho, pero que por ahora ha sido abordada de manera muy poco eficiente por algunos autoproclamados expertos en Web 2.0, con resultados mediocres para las empresas.
Si bien el fenómeno de las redes sociales llegó hace rato, aún no están claros los modelos de negocios alrededor de ellas para los antiguos actores –agencias y medios de comunicación– y apenas algunos de los nuevos actores –como Facebook—han logrado capitalizarlas.
Y es por eso que desde aquí, desde hablandodeti, estoy empeñado en lograr que más profesionales de la comunicación y empresas en general se animen a montarse en esta ola del 2.0, para que juntos podamos descubrir nuevos modelos de negocios que permitan a todos los actores beneficiarse, especialmente a los lectores, que se merecen poder contar con información de calidad. Espero que al menos, después de haber leído esta nota, muchos periodistas y empresas que aún no tienen cuenta en twitter, comiencen a usar el servicio y en breve estén hablandodeti a través de sus cuentas.