Hablando con un amigo y aconsejándolo sobre el rumbo que debe tomar su empresa en la web 2.0 llegó un momento en que él, luciendo atribulado me dijo: prefiero irme por el librito.

¿Irse por el librito? Me pregunte rápidamente si se referiría a la obra de McLuhan, “La Aldea Global”, o quizás al celebre “Being Digital” de Negroponte. Pero no, pronto caí en cuenta que era más bien la metáfora gringa de “hacer las cosas como se espera”, sin sorpresas, como dice el manual. En este caso se trataba de volver a hacer el sitio web de la empresa, quizás algo mejor, más bonito, con más funcionalidades, pero en fin el mismo sitio.

No me di por vencido, use algunas de las metáforas que están en mis cursos –de esas por las que empresas que si entienden la importancia de la redes sociales para el negocio son capaces de contratarme—e insistí varias veces en la necesidad de definir que se quiere hacer antes de contratar a nadie. Se trataba de convencerlo de tomar las medidas antes de mandar a hacer el traje, y no lo entendió.

Y me puse a pensar: ¿qué es lo que necesita un emprendedor 2.0 para realmente ser calificado como tal? Definitivamente no basta con que sea un buen usuario 2.0, como este amigo lo es. No basta tener educación familiar de negocios, ni aún educación formal para lo mismo. Tampoco es tener contactos, ni siquiera tener un nombre reconocido.

Se trata más bien de aplicar una máxima que mi Padre (QEPD) siempre me repetía: en la vida, más vale pensar una hora y trabajar un minuto, que pensar un minuto y trabajar una hora. Y contar con el sentido común necesario para interpretar el espíritu de la web 2.0: las personas y no las herramientas. Pensar cosas que se hacen con la participación de personas, y no gracias a las herramientas que se tienen. Las herramientas son sólo artefactos que creamos para ayudarnos a hacer algo. ¿Tiene sentido abrir un hueco sólo por que tenemos un pala en la mano? ¿O tener una página web sólo por que hay que tenerla?

Pensemos pues en lo que queremos hacer y después, para honrar la máxima de mi viejo, busquemos la manera más conveniente y fácil de lograrlo. Así, hasta en el cielo, estarán entonces hablandodeti.