Según el tango 20 años no son nada y la mitad de nada debe ser muy poquito, tal como solía decir mi buen amigo, el Profesor Manuel Bemporad, pero a Google –y a Microsoft—estos diez años les han resultado un poco largos.
¿Pueden ustedes recordar cómo era la vida antes de Internet? ¿Y antes de Google? Probablemente la mayoría de los que me leen pueden hacerlo, pero hay una generación que no lo puede hacer, como mi hija Maggie de 12 años, la que conoce Internet desde que tiene uso de razón –de hecho la arrullé más de una vez, a la media noche, mientras actualizaba la página de mi Universidad, la USB, o la primera página con información diaria sobre las olimpíadas de Atlanta, en el 1996, que hicimos un compañero y yo junto a los del periódico Meridiano.
Y es que su vida ha estado tan ligada a la Internet como la mía, y Google la acompaña casi desde el principio. Y eso es cierto para toda una generación que puede hallarse perdida en una biblioteca, pero que se desenvuelve excelentemente frente a un monitor.
Google se ha vuelto hasta un verbo en inglés. El término “Google it” tiene su equivalente en español –del que se habla, no en el de la academia—en Googlear. Podrá estar muy mal dicho, pero si usted lo emplea lo entenderán. En cambio si usted dice “emesenear” o “microsoftear” nadie lo entenderá.
De hecho, estos diez años han marcado un cambio fuerte para Microsoft. Cada vez más grande, con más efectivo, pero nunca tan vulnerable, el gigante se mueve por ahora ayudado por la inercia. Mientras algunas divisiones, como la de sistemas para servidores, al fin han encontrado un rumbo estable, el grueso de la compañía avanza dando traspiés, con un Bill Gates que se retira mas por agotamiento de ideas que por otra razón –mientras su gemelo malvado, Steve Jobs, se burla de la muerte con un iPhone en la mano. ¿Será que no hay nada que pueda ocurrírsele a Gates para seguir en la lucha? ¿Por qué le pesan tanto a él los 10 años de Google?
Aunque mis amigos de Microsoft, y los lectores proclives a esta compañía, estén meneando negativamente la cabeza al leer este post, lo cierto es que al igual que en el cuento de “Juanito y los frijoles mágicos” Google ha crecido hasta el cielo, como esa famosa planta que permitió que mucha gente subiera por ella a molestar al gigante en su castillo (Gmail, GoogleMaps, YouTube, y muchas otras aplicaciones)
¡Ojalá el gigante no quiera montarse en la planta –o seguir insistiendo en comprar Yahoo– para bajar a la tierra y castigar a los intrusos, porque podrían cortar la planta y matarse en la caída!