aleonenparcEsta semana entable una conversación muy amena con un investigador de IBM en el laboratorio Watson y que ha trabajado en el proyecto BlueGene de supercomputadoras. La conversación fue genial y en breve la verán reflejada en alguno de los medios en que escribo, e inclusive aquí mismo.

Cómo quizás habrán notado es un tema súper apasionante y a mí en particular me llama mucho la atención esto de poder hablar con los investigadores que están haciendo ciencia de primer nivel. Es la forma en que mejor uno puede olfatear el futuro. Y sin ánimo de herir susceptibilidades hay tres grandes empresas que son más apasionantes que las demás: IBM, Xerox e Intel.

He tenido la dicha de estar en varios de sus laboratorios. En IBM he conocido los de Hogar Digital (Austin, Texas), de Sistemas P (Rochester, Minnesota), de networking (en el Research Triangle de Raleigh), de Archive y Retail (en Guadalajara) y también he hablado con los genios de Japón que eran los encargados del desarrollo de las Thinkpads cuando aún eran de IBM. Con Xerox logré el máximo de mis sueños, visitar el Palo Alto Research Center o Parc, además de conocer un laboratorio de tinta sólida en Portland, Oregon y el laboratorio de investigación de Rochester, NY. Con Intel he visitado un laboratorio móvil de Hogar digital y otro de conectividad (en San José, California) y las plantas de San José, California y Costa Rica. Además he estado en los laboratorios de HP en Cupertino, en varios laboratorios en Taiwán y en Brasil. Además de los de impresión de Lexmark en Lexington, y varias plantas de alto nivel de monitores en China. También pude conocer en Francia los laboratorios de computación de la escuela de Minas (¿Paris 5?) y los de la fábrica de motores de aviación Snecma, que fabrican los motores de los Airbus. Todo esto además de los laboratorios de mi querida Universidad, la Simón Bolívar.

Cómo verán he podido ver bastantes, y por eso puedo decirles que tengo algo de capacidad para juzgar algunos recuerdos de cuando aún estaba en la Universidad y ayude a un amigo con su tesis –mi aporte fue una tontería, más que recompensada con un pote de helados—pero me permitió descubrir un poco más de un mundo que siempre he admirado: el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas. Este amigo, a quién más nunca vi, pero supe que se había ido a los laboratorios Bell y que acabo de buscar en Facebook, me presentó a otras personas que estaban haciendo ciencia de primer nivel, en cosas tan elaboradas –fumadas diríamos aquí de manera coloquial—que contravenían los libros de texto. Eduardo Ludeña –que me perdone el olvido del nombre de su investigación—hacia algo en química y física tan descabellado, que necesitaba una máquina con todo un Gigabyte de memoria (y eso en 1993 o 94). Años más tarde, yo trabajaría en un laboratorio Multimedia en la USB, y allí tuvimos una súper Silicon Graphics, una Onyx Reality Station, con dos procesadores (uffff) de 250 MHz que era capaz de hacer poco menos que un PS3 de la actualidad.

La verdad es que ese mundo me apasiona, pero tengo que contarles una gran preocupación: me temo que nos hemos quedado atrás en esta gran carrera, ya que las supercomputadoras son compradas generalmente por los gobiernos, y el gobierno actual de Venezuela, si bien ha hecho cosas muy buenas en el área de ciencias –por favor no me miren raro, pero es una de las excepciones notables—ha descuidado este aspecto.

Ahora una empresa privada está adquiriendo una moderna IBM iDataPlex, una máquina especialmente diseñada para cumplir con los requerimientos de grandes centros de datos que atienden servicios Web 2.0 de Internet, que optimiza el poder de cómputo y reduce la emisión de calor. Se calcula que habrán unos 1000 clientes de esta línea en todo el mundo y en Venezuela estará la primera de toda Latinoamérica.

Si alguien de los que me leé está en el gobierno y puede llevar mi reclamo a niveles más importantes, por favor hágalo. Necesitamos más supercomputadoras para desarrollarnos científicamente y estar todos hablandodeti.