En una reunión con colegas y amigos, se me acercaron varios de ellos a compartir opiniones sobre la nueva iPad de Apple. Mientras con uno de ellos discutíamos sobre las bondades extra que tiene –que no se resaltaron en el lanzamiento y que nos enteramos después—varios de los demás ejercian uno de sus deportes favoritos: hablar mal de Apple.
Las críticas fueron muchas: que si el tamaño, que por que no sirve como teléfono, la ausencia de cámara, etc. Mientras les explicábamos que era un formato complementario, que ni siquiera sustituye a los netbooks, todavía seguían insistiendo en señalar defectos y comparaciones –en desventaja—hacia otras tablets en el mercado, o incluso con algunas que no existían.
Ante el argumento de la gran capacidad de aplicaciones disponibles, gracias a la capacidad de ejecutar las aplicaciones del iPhone, se desató otra serie de críticas. Pero avanzada la retahíla de quejidos, alguien preguntó: ¿tu has usado un iPhone?, a lo que interpelado respondió: jamás. Ese usuario además es fanático de las PC y no usa Mac nunca.
Allí fue cuando me di cuenta: Apple es como una mujer que es y se sabe bonita. La confianza que exuda, a veces es pedante, pero tampoco puede darse el lujo de sonreírle a todos, por que sino la malinterpretan. Y aquellos a quienes les atrae, pero saben que no se le pueden ni acercar, es a los que les revuelve más los sentimientos, son los que niegan con más dureza.
Y es que ante la belleza, no se puede ser indiferente, porque nos golpea directamente al cerebro, entrando por los ojos. Recordé entonces las críticas a la MacBook Air por no tener unidad de DVD, a la iMac por no tener floppy, al OS X por no ser Unix, en fin, las críticas al ratón de un solo botón, símbolo d e la lucha entre el PC y el Mac.
Sí, Apple se cree bonita. Eso no quiere decir mejor ni peor. Pero no puede pasar inadvertida. Y es así como al final, incluso hablando de mujeres bellas, se puede estar hablandodeti.
Está bueno. Todos los hombres somos iguales, si no podemos tenerlo, decimos como el Zorro en la fábula de Esopo: decimos que están verdes.