Muchas veces oímos la premisa de que de vez en cuando es preciso desconectarse del mundo para descansar del “estress” que nos produce estar online. Escuchamos arengas contra teléfonos inteligentes, laptops, tabletas y cuanto dispositivo nos mantenga conectados, que resultan acusados de ser culpables de enfermedades y colapsos nerviosos. Pero no todo es tan blanco y negro como muchos plantean.
Si bien estoy de acuerdo de que el “exceso” de conectividad, afecta a muchos, tambien esa misma capacidad de conectarse puede ayudar a que uno se relaje. Recientemente un amigo, dueño de una empresa de TI, me decía con una sonrisa en la cara como su Blackberry le permitía pasar más tiempo con la familia, en su casa, sin descuidar su empresa.
Esta semana sufrí un proceso de desconexión “obligada” de la red, cuando decidí pasar 5 días de vacaciones en lo alto de los Andes, a 3.000 mts de altura. En un hotel espectacular, al que siempre había querido ir, que se construyo sobre un monasterio construido en 1643, pase unos pocos días de descanso con la familia. Sin embargo no pude desligarme del trabajo 100% y me llevé unas asignaciones puntuales que requerían que me conectara diariamente por unos pocos minutos. En las instalaciones del hotel, sólo dos puntos brindaban conexión a mis redes celulares, y en ambos casos, había que exponerse al frío –que podía llegar a ser muy intenso—adoptando extrañas posiciones para lograr leer un correo electrónico o enviar un email –una solución original a este problema era la del mesonero del restaurant que fijaba su celular con “celo tape” a una ventana del comedor. Al final terminé viajando hasta 35Km para lograr una conexión en un cibercafe, o trasladándome ya sea al pico más cercano –a 4.100 mts sobre el nivel del mar—o una cumbre menor a 10 kms de donde estaba, para lograr una conexión de datos EDGE. Como resultado, algo que debió haberme tomado apenas unos minutos cada día, se llevaba gran parte de mi mañana, que comenzaba algo tarde por eso de estar en vacaciones.
Es más, al momento de llegar hasta ese lugar tan increíble, o al momento de regresar, mi conexión de datos y Twitter resultaron fundamentales para conocer el estado de las vías que debía tomar, ya que las lluvias constantes desde hace meses han afectado seriamente las vías de la zona. Así que bien vale la pregunta…¿para mi disfrute, era realmente necesario estar desconectado? Y la respuesta es NO.
Gracias a mi desconexión perdí momentos de descanso, obligue a cambiar muchos planes familiares, y sin saber la información de transitabilidad de las vías, hubiera escogido una vía bloqueada por un derrumbe para mi regreso, perdiendo valiosas horas de viaje. Además por culpa de estar tan desconectado, no pude estar hablandodeti, querido lector. Así que la conectividad, es sólo una herramienta, y si nos beneficia o nos perjudica, depende sólo de cómo la usemos.
Más que desconectarse a juro, creo que el reto para nosotros es aprender a establecer límites sanos con los clientes y compañeros de trabajo. Al principio no les gusta, pues piensan que debes estar 24 hrs al pie del cañón y contestar sus llamadas a las 11:30PM pero poco a poco, con firmeza, lo entienden.
Por cierto, 20% de la diversión es postear las fotos de tus vacas en FB, ¿a quién se le ocurre reservar en una posada sin conexión a la Red?
En la vida hay cosas que no se pueden medir en Mbps 🙂 El Hotel Los Frailes, es un ícono de Sto. domingo, del Páramo y del estado Mérida, y nunca me había quedado en el. Aún sin conexión –algo que espero que remedien despues de que le pase la sugerencia ala nueva administración– el paisaje es de tal magnitud que no hay conexión que lo supere. You wanna try it once… Y siempre podrás postear al regreso, desde la Laguna de Mucubají o en apartaderos, en un cyber…