Ante los rumores sobre la salud de Steve Jobs, las reuniones de Apple para develar los planes de sucesión de su CEO y la reveladora foto que lo muestra de espaldas sentado al lado de Obama, todo periodista de tecnología que se precie debe haber comenzado a poner en orden lo que conoce de ese hombre. Y yo no soy la excepción.

Pero al llegarme hoy una referencia en Facebook (vía mi amiga Adriana Limón) sobre el discurso que dicto en Stanford un año después de haber sido operado del cáncer de páncreas, tome la decisión de rendirle un pequeño tributo mientras está aún vivo, aunque lo más probable es que él jamás se entere.

Este discurso es una pieza atípica en la historia de Jobs. No está tan preparado como sus presentaciones en el MacWorld. Por el contrario Jobs lee todo el tiempo el discurso, algo inusual, pero no por eso deja de ser apasionante. Del resto sigue la mayoría de las normas de las presentaciones de Jobs –algo que todo presentador que se precie debe al menos conocer. Primero usa la regla de tres, y presenta sólo tres anécdotas. En las tres anécdotas hay villanos claros, a los que se les presta poca atención, y desenlaces humanos y positivos. Suficientemente corto, y aún así con interrupciones de humor que permiten aligerar el ritmo. En fin, un gran discurso, sin aspavientos, sin exageraciones y apelando a la parte humana. Estoy seguro que para mis lectores no dice nada nuevo, pero estoy seguro de que todos podrán aprender algo. Así que Steve, hoy estamos aquí habalandodeti, mientras aún estás vivo, con la seguridad de que mucha gente lo hará cuando ya no estés con nosotros.