En esta semana se fijaron dos eventos realmente importantes para la industria de las TI. Los dos clásicos rivales de la computación, Apple y Microsoft, hacen apuestas sobre su futuro.
La primera y realizó su apuesta: una nueva iPad mini, para evitar que se abra un mercado en el que no sean libres, dentro del segmento de tabletas, y una nueva iPad que simplemente mejora a la anterior —lanzada apenas hace seis meses—para no dejarle espacio a Microsoft con su Surface y su Windows 8. La apuesta no está exenta de riesgos –e inclusive contraría a su gran gurú Steve Jobs, que renegó de las tabletas de menos de 10”— pero es si se quiere conservadora: mejorar lo que ya era bueno.
Microsoft por su parte arriesga mucho más en este momento: un nuevo sistema operativo, con una nueva interfaz, poco tiempo después de que salió Windows 7, que se espera que mejore el rendimiento de la empresa, en un ambiente donde cada vez importan menos los sistemas operativos, y más las aplicaciones en la nube. Añádale a la apuesta una tableta propia, que en dos sabores –ARM e Intel—busca competir con la iPad y los ultrabooks al mismo tiempo, y de alguna forma ha afectado las relaciones de Microsoft con otros fabricantes –que ya estaban abandonando la idea de estar en el mercado de tabletas, gracias a la hegemonía de Apple—y ahora miran con mayor recelo el meterse en este mercado.
Falta ver como reaccionan los mercados a estos lanzamientos. En general los primeros movimientos deben ser muy positivos. Apple debe vender muchas iPads, incluso mini. Microsoft debe vender muchas Surface RT, y windows 8 debe ser un sistema bastante bien aceptado. Pero lo que realmente importará es el desarrollo de ambas empresas y sus mercados. Apple deberá evaluar si se separa de la óptica –ganadora— de Jobs como lo hizo con este lanzamiento del iPad mini —no sólo lo lanzó, contrariando las declaraciones de Jobs, sino que lo comparó con el Nexus, algo que Apple no hace con frecuencia. Por su lado Microsoft deberá cuidar las relaciones con los demás fabricantes de tabletas, a fin de interesarlos en Windows RT, al tiempo que luchará por convencer al mundo de abandonar Windows 7 –aún joven y funcional— en favor de Windows 8 y su nuevo tipo de aplicaciones.
Como diría el gran emperador romano Julio César, Alea Jacta est, o está echada la suerte.
Mientras tanto, desde aquí seguiremos hablandodeti Apple y de ti Microsoft, a ver cómo resulta todo.