No se trata del famoso apagón analógico que vivirán en USA durante el año que viene y que sacará del aire las ondas analógicas de TV para sustituirlas por sus contrapartes digitales, más complejas y precisas. Es más bien una historia en primera persona salpicada de errores de los departamentos de Call Center de mi proveedor de In ternet y un exceso de actividades personales. El resultado es que por vez primera he salido del aire durante más de una semana, al principio obligado, pero después de forma voluntaria, para evaluar que tan grave es la Internet-dependencia.
Además de periodista, soy Ingeniero y tengo a bien supervisar las redes de la empresa donde trabajo, y al momento de presentarse algún problema es muy común ver que si no hay tráfico IP en la empresa no se trabaja. ¿Desde cuando para facturar, usando un sistema interno instalado en nuestros servidores, hace falta tener acceso a Internet? Pues suele suceder que los datos para realizar esa factura, o al menos algún texto que autoriza a facturar, están alojados en otros sistemas de correo distintos a los de la empresa. ¿Y el archivo con el gráfico para las tarjetas de navidad? Seguro se encuentra en Gmail o en Yahoo esperando las santas fiestas.
Así pasa con todo en el trabajo. Pero decidí probar por mi cuenta que ocurre de verdad en mi casa, en mi ambiente. El primer resultado es que sobrevivíJ. Pero habrá que evaluar en que condición. Como todo experimento serio, use un sujeto de comprobación: mi hija adolescente. Ella, después de varios días sin Messenger — incluyendo un fin de semana—está al borde. Yo por mi parte disfruté, por primera vez en mucho tiempo, de un fin de semana con poco trabajo y decidí divertirme a la vieja usanza, sólo para descubrir que ya no cuento con juegos que funcionen sin conexión a la Internet, más allá del solitario o el sudoku. Tampoco pude avanzar en una nota que tenía que escribir sobre el flamante Windows 7 por que la nota de prensa está colgada en la Internet, así como me eximí de terminar algunos escritos ya que las últimas versiones las tengo en Gmail que se ha convertido en la herramienta de sincronización entre mis PC del hogar y la que tengo en el trabajo.
Como resultado, terminé borrando fotos repetidas o desenfocadas, así como otro tipo de basura de una de mis PCs más viejas para dejarla lista para realizarle un backup actualizado. Me deshice de grabaciones de audio de entrevistas realizadas hace ya uno o dos años, y hasta desinstalé algunos programas que había instalado sólo para probar.
Un día sin Internet, es cómo uno de esos días cuando una tormenta se dirige a tu casa y debes quedarte encerrado y buscas realizar tareas que de otra forma no realizarías. Creo que a partir de ahora, al menos una vez al mes, apagaré mi módem para evitar el tener que comprar discos duros de mayor tamaño. Quedarse sin Internet por una semana, también te puede dejar hablandodeti.
¡Masoquista!
Yo me pasé el fin de semana sin Internet y sin televisión. Sobreviví ya que aún tengo arraigado el hábito de la lectura y tenía cosas por leer. Claudia se estaba subiendo por las paredes figurativamente y la chama literalmente.
En un momento particularmente álgido, nos miramos y dijimos resignados: «Como que no nos va a quedar más remedio que conversar o salir a pasear» 🙂