Dilma está molesta por que Estados Unidos espió sus correos y los de sus allegados. Y no importa que Brasil se haya visto obligado a reconocer que ellos también espiaron a diplomáticos de USA en Brasil.
Como consecuencia de esta molestia Brasil está reaccionando de una manera peligrosa, al intentar nacionalizar parte de la Internet. Brasil, en una remembranza de como hicieron en la década de los 80 para adquirir tecnología, pretende que los gigantes de la Internet como Google o Facebook, alojen los datos de usuarios brasileños en Brasil, nunca fuera de sus fronteras. Se trata de una réplica de su estrategia sobre fábricas, donde obliga a las empresas a fabricar en el país si quieren vender en el. En los 80 está estrategia le sirvió al país para adquirir mucha tecnología, pero en breve, dada la aceleración de la obsolescencia tecnológica, estuvo a punto de sumergir a Brasil, peligrosamente en el pasado.
Además Brasil está proponiendo crear un sistema propio de email, fuertemente encriptado, cuyos correos sean almacenados en el país, como alternativa a los servicios como Hotmail o Yahoo.
La idea de Brasil, de tener una versión local de Internet luce absurda para las personas que hacemos vida en el mundo de la tecnología, y yo añadiría que es imposible a menos que Brasil abandone su talante democrático y se blinde con leyes anti democráticas. Pero asumiendo que logren establecer el marco legal interno, y que la población lo acepte…¿es posible aislar Internet como Brasil quiere?
Aquí de nuevo la respuesta es un “no” rotundo. Al menos no como Dilma lo está planteando, en aras de la seguridad nacional. Los ataques cibernéticos no se originan necesariamente dentro del país. Las amenazas digitales viajan igual que los correos y los archivos de la web, usando diferentes rutas para alcanzar sus destinos. Conceptualmente un político poco aguzado en cuestiones técnicas podría pensar que en Brasil se constituya una sola red, que se conecte a través de un único punto a la Internet. Pero sabemos que eso es poco probable, que existen conexiones satelitales, intra empresa, entre diferentes países vecinos, etc, que serían muy dificiles de controlar. Y si piensan en China, Cuba o Corea del Norte como ejemplo no conocen bien la situación en estos países. En casos de países como Cuba, el control es por tener pocos puntos de acceso y coercitar a los usuarios. En el caso de los gigantes asiáticos, se une una fuerte presión legal –antidemocrática– con pocos accesos de la red interna hacia afuera bajo el control estricto del estado. En todos casos estos controles sólo sirven para desalentar a los usuarios, pero nunca han servido para detener ataques a las ciberpropiedades, el supuesto interés de Dilma.
Ahora bien, Dilma es suficientemente inteligente cómo para exigir esto, a sabiendas de que no logrará cumplir sus objetivos, pero que dada la importancia del mercado de Brasil, logrará que se construyan sendos centros de datos en el país, que traerán tecnología y empleo gracias a los gigantes de la Internet. Pero quizás no ha sopesado lo peligroso que puede ser dejar a nuevos sitios de Internet fuera de Brasil –al menos legalmente—y quizás retrasar el avance tecnológico de su país.
Para el resto del mundo, el peligro está en que otros políticios en otros países se crean este juego de mentiras y quieran obligar a las empresas de Internet a hacer lo mismo en sus propios mercados. La verdad es que son pocos los países que pueden tener la fuerza de Brasil –por su tamaño—y estos países sólo lograrían aislarse, ya que dificilmente logren centros de datos de las grandes empresas.
Así que Dilma, que lástima que tenga que estar hoy hablandodeti, por este tema. Ojalá que al menos escuches a algunos de mis excelentes colegas en Brasil, que con gusto te pueden alertar sobre el peligro de tu actitud, y explicarte de una buena vez que la seguridad en Internet no depende tanto de la locación de los datos, sino más bien de las medidas que se tomen en los centros de datos y hasta de los propios usuarios.